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sábado, 24 de diciembre de 2016

La violencia de género en los artículos de opinión de la prensa española



Tres mujeres de 25, 30 y 44 años han muerto en España en las últimas 48 horas por la violencia de género y los dos diarios de referencia, El País y El Mundo, no publican artículo de opinión alguno sobre el tema. Sí lo ha hecho la Cadena SER en el programa Hoy por hoy, con un ejemplar editorial de Pepa Bueno.
No lo hace tampoco La Vanguardia, a pesar de que una de las fallecidas fue asesinada en Tarragona.
“¿Por qué matar a una mujer sale tan barato?” se pregunta Xosé Carlos Caneiro en La Voz de Galicia. Este diario, que no tiene editorial, publica el único artículo de opinión sobre este tema de un total de trece, cuando dos de las tres mujeres fallecidas fueron asesinadas en Galicia. En Vigo y Santiago, respectivamente.
No es que salga barato asesinar, es que solo nos acordamos de las mujeres y de la violencia que sufren cuando son asesinadas, y con el asesinato parece que los agresores, uno a uno, recuperan la tranquilidad de vivir con un pensamiento que está muy asentado en la cultura patriarcal.
Caneiro pide condena permanente revisable para los asesinos de violencia machista, y dice hacerlo con remordimiento por no ser políticamente correcto. Algo hay que decir para que parezca que nos escandalizamos cuando ocurren estas muertes y se dan en personas jóvenes; en relaciones sentimentales ni siquiera conocidas por los más allegados, como es el caso de la joven de Boqueixón (A Coruña), pero ese no es el camino. Los asesinos descansan cuando leen estos artículos de opinión y piensan que algún día les tocará a ellos y harán lo mismo. No se mueven de donde estaban cuando leen estos artículos que son de por sí inmovilistas. Entonan el mea culpa y dejan todo como estaba.
Tampoco es el camino adecuado recurrir al insulto y al menosprecio del asesino cuando mata, hay que decirlo antes de que mate. La labor de concienciación contra la violencia comienza más atrás, hay que ir al origen del error cultural. No se puede actuar en caliente contra el asesino, por el contrario, hay que reconocer que las mujeres sufren violencia  día a día, y que esta violencia se manifiesta de forma brutal en el asesinato. Antes de que ocurra el fatal desenlace ya se está fraguando  ¿Cómo? Se fragua también en los medios de comunicación con el silencio de hoy en las páginas de opinión. Que no les quepa duda.


martes, 6 de diciembre de 2016

BERTOLUCCI, BRANDO Y SCHNEIDER


Bernardo Bertolucci es ganador de nueve premios Oscar de Hollywood como director de cine y Marlon Brando, dos, como actor. María Schneider no recibió ninguno como actriz. Solo la distinguieron en Francia como Caballero de las Artes y las Letras. Falleció de cáncer en Paris hace cinco años sin que director ni actor le pidieran perdón por cómo la manejaron hasta la humillación en la película El último tango en París.
Marlon Brando tendría hoy 92 años, pero falleció a los 80 en el año 2004. Tiempo tuvo de rechazar la nominación al Óscar de 1973 (ya que era tan rebelde), pero no lo hizo. No lo ganó. A lo largo de su vida hizo declaraciones de desprecio hacia la actriz en varias ocasiones, por lo que tenemos constancia de que era consciente del daño sin que tuviera necesidad de arrepentirse. Por el contrario, defendía su modo de actuar contra ella y contra todas las mujeres. No hace falta decir que era un machista y que esa actitud incluso significó un plus para acrecentar su aura de mito que se construyó a su alrededor. Todos somos culpables, pero Hollywood está cambiando.
Las polémicas declaraciones de Bernardo Bertolucci de hace tres años, reconociendo que él y Brando pactaron utilizar mantequilla como lubricante y no solo representar una violación sino llevarla a cabo de forma inesperada y no consensuada con la actriz María Schneider en la película de 1972, están sirviendo para llamar la atención sobre la violencia de género empleada en el cine de forma sistemática. “No quería que fingiese la humillación, quería que la sintiese”, declaró Bernardo Bertolucci sobre lo ocurrido y también aseguró que se sentía culpable, pero que no se arrepentía. Pacto de caballeros: ni Bertolucci ni Brando se arrepienten, pero aquí está el testimonio, con él justifica Bertolucci la violencia empleada. Es de suponer que el célebre director de cine lo hace por el bien del buen cine.
Ejemplos como este nos sirven para entender la cultura de la violencia contra las mujeres. Por eso la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, contempla cambios en la cultura y en la educación. Para que deje de normalizarse la violencia desde los libros de texto, el cine y la literatura, hay que ejecutar cambios. Toda producción intelectual debe rechazar la violencia contra las mujeres y promover patrones de igualdad entre mujeres y hombres.
La peor violencia es la que se asienta en la cultura del cine, la literatura y la publicidad. Mantenerla y no denunciarla o modificarla, como está haciendo ahora Hollywood, es contradictorio con lo que se promueve desde los poderes públicos, que animan a las mujeres y sus parientes a denunciar casos concretos de violencia de género. Por estas contradicciones de los poderes públicos no debemos denominarla violencia doméstica, sino violencia de género. Porque las actitudes machistas surgen en la vida pública, por tanto debemos llamarla violencia de género, la que va contra las mujeres por el hecho de pertenecer al género femenino.
María Schneider fue una actriz nacida en los años cincuenta, que comenzó su carrera a los 15 años y solo tenía 19 cuando fue elegida entre más de cien jóvenes para interpretar el papel que Bernardo Bertolucci tenía en su guión. El actor principal era Marlon Brando, con 48 años, y en su rol se centraba la película. Un hombre al borde del abismo pero con mucha capacidad para ejercer la violencia contra las mujeres.
María sufrió lo que es conocido hoy como cuadro psicológico de mujer maltratada o víctima de violencia de género. Al poco de ser rodaba en París la escena de la violación, las mujeres de su generación recibíamos la noticia de las excursiones a Perpiñán para ver la cinta. Algo moderno y atrevido que no se podía ver en España por considerarla no apta para el público, sometido a la dictadura militar. Incluso había quien justificaba la utilización de la mantequilla como algo que se hacía habitualmente en círculos más cultos y atrevidos. Nadie hablaba del personaje masculino representado, se hablaba del actor Marlon Brando. Con el tiempo podemos decir que el actor se comió al personaje y los críticos del cine entretenidos con la escena de la mantequilla y la violación de una joven mujer. La actriz tenía las cualidades de ser una Lolita perversa y le servía a Berteolucci para representar el papel de víctima, una mujer como otra cualquiera, que se sometía a la humillación y que incluso casi la buscaba, como único destino. Ese era el mensaje que recibíamos las mujeres. Pero esa cultura pertenece al pasado. Por eso está siendo rechazada.